Después de llenar la habitación de mierda (por cierto, como habíamos reservado una habitación de dos y no tenían, nos han metido en una habitación de 5), decidimos salir a dar una vuelta de reconocimiento donde descubrimos que Praga es una ciudad muy acogedora donde mires donde miras veras un edificio una fachada o una torre a la que prestar atención.
Paseando descubrimos el verdadero encanto de la ciudad así como capacidad para parar el tiempo y conseguir que te empapes con su historia, su cultura y sus bajos precios. Todas las calles desembocan en la plaza principal, la del ayuntamiento, que en esta estación se llena de tiendas y terrazas que ofrecen un sin fin de productos típicos y no tan típicos.
Como echamos mucho de menos España, nada mas comer tuvimos (estábamos obligadas por una fuerza mayor) que dormir una siestecita que acabo cerca de las 9 de la noche. Asique solo nos dio tiempo a cenar para luego volver a dormir hasta hoy.
Hoy ya hemos empezado a ser turistas tipical spanish. Cámara y guía en mano, hemos visitado el ayuntamiento, la plaza vieja, el precioso reloj astronómico, la opera, las innumerable iglesias y sobre todo, la ciudad judía. Entre calles estrechas y edificios infinitos se erige la ciudad judía, una especie de mundo aparte donde hay, en unos 100 metros cuadrados, aproximadamente 6 sinagogas, a cual más bonita y misteriosa. Realmente, lo que nos ha fascinado ha sido el cementerio judío, una explanada llena de tumbas colocadas de una manera irregular sin significado aparente, pero realmente cautivadora.
Hemos seguido paseando y hecho una visita por los canales de Praga en una góndola (cuyo guía era un pivon). Así, hemos descubierto un montón de curiosidades, como por ejemplo que en 2004, a las 4 de la mañana, 50.000 personas fueron desalojadas de sus viviendas por las inundaciones.
Mañana vamos a visitar el otro lado del rio donde veremos el castillo, el palacio y en definitiva, otro mundo aparte, porque aquí, cada rincón es único.
Marta&Beatriz.