Amanecimos mas tarde que pronto, y hasta que conseguimos desperezarnos nos dieron cerca de las 12, así que, decidimos tomarnos un día libre para pasear, vaguear y cotillear un poquito. A la hora de comer, nos paramos en una pizzería escondida en una pequeña plaza praguense y bastante económica. Mientras comía pizza, una italiana se acerco y ni corta ni perezosa metió su dedo en mi pizza preguntándome en italiano si estaba buena. Por supuesto, yo la conteste que no, en un italiano perfecto, puesto que se me ve en la cara que soy del mismo Napoli. Visitamos el museo de artes (por fuera por supuesto) y tomamos un helado por la parte moderna de la ciudad, totalmente industrializada y completamente diferente a la Praga histórica.
El día paso sin más, salimos a cenar y tras contemplar las espectaculares vistas desde el puente Carlos (el primer puente de Praga) comenzó nuestra aventura nocturna.
Al llegar al hotel descubrimos que había un par de bichos en nuestra pared y otros tantos bichos verdes por el suelo, pero, pensando que era normal, no dijimos nada en recepción. Por si eso fuera poco, cuando visitamos el baño, encontramos un gusano (muy cabezón por cierto) saliendo de la taza del váter, así que salimos corriendo del baño para entrar en nuestro cuarto que se había convertido en el punto de encuentro de todos los bichos voladores y no voladores de la ciudad (y eso que la ventana estaba cerrada). Tras el gritito de rigor, no se nos ocurrió nada mejor que contar a los bichos negros, grises y verdes, que se contaban por decenas.
Indignadas, acudimos a la recepcionista, una pobre chica que ni siquiera era de Praga y que solo llevaba trabajando allí dos días, y al entrar en nuestro cuarto para ver si era cierta nuestra historia, nos cambio de habitación sin pensárselo dos veces. La nueva habitación PARECIA estar muy limpia, o al menos más que la anterior, sin embargo al deshacer la maleta comprobamos que no era así gracias a los múltiples bichos estampados en la pared y al bicho negro que apareció de la nada. Por aquel entonces era cerca de la una, y completamente desveladas acudimos a la sala común donde un alemán nos ataco mientras bebía cerveza.
Viendo el panorama, solo se nos ocurrió conectarnos a internet para mandar un mail mientras los borrachos desfilaban por el hotel, bebiendo cerveza y tirándose pedos mientras balbuceaban palabras en castellano (yo españolo pokito, medio poko de español). Mientras, como ya he dicho, estábamos mandando un email con la buena suerte de que en el preciso momento en que lo íbamos a mandar el ordenador se puso a hacer cosas raras hasta que acabo por apagarse. Disgustadas, y muertas de risa por lo inverosímil de la noche, decidimos ir a nuestra nueva habitación a intentar dormir, pero resulta que en la habitación de al lado había una inglesa borracha (rozando el coma) que necesitaba ayuda. Nosotras, como buenas samaritanas que somos, no hicimos otra cosa que ayudarla a recuperarse mientras ella hablaba un castellano casi perfecto, y repita una y otra vez que en su estado (de alcalemia) no podía hablar castellano.
Por fin, cerca de las 4.30 todo se calmo y conseguimos conciliar el sueño. Desgraciadamente, sobre las 5, los amigos de la borracha (llamada Joe) regresaron al hostal en el mismo estado de alcoholemia, asique, hasta cerca de las 6 no hemos logrado pegar ojo.
PD. Hagáis lo que hagáis, no os hospedéis en el Apple hostel.
Marta & Beatriz.